Se inscribe en un románico tardío del s. XIII.
Cuenta con una nave cubierta con bóveda de cañón ligeramente apuntada y reforzada por dos arcos fajones. El presbiterio da paso al ábside de planta semicircular. Por encima del ábside se abre un óculo, que da luz al templo. Hacia el s. XVII se abrieron capillas laterales.
En 2009, durante la restauración, aparecieron pinturas murales en el ábside (principios del s. XIII).
Al exterior destaca el esconjuradero, construcción de pequeñas dimensiones del s. XVII realizada con sillarejo, bóveda esquifada y loseta plana para la techumbre. Posee una entrada en arco de medio punto con tres aberturas, también con arcos de medio punto, en cada uno de sus otros lados.
La tradición oral cuenta que, hasta bien entrado el s. XX, siempre que se anunciaba tormenta con pedrisco, el último sacristán de Almazorre, Miguel Trallero, corría al esconjuradero para encender un cirio bendecido por Pascua. El tamaño del mismo dependía de la negrura del cielo y la fuerza del viento.