Esta leyenda se remonta al siglo IX, cuando Alquézar estaba dominada por los musulmanes.
El gobernador de aquella fortaleza exigía a los cristianos de las aldeas cercanas, el pago de un tributo con sus doncellas. Cansados de la situación, los cristianos aprovecharon la oportunidad para idear un plan. Una doncella valiente y hermosa de Buera, fue la escogida. Ella no se negó, pero antes maquinó un plan. Tras quedarse a solas con el gobernador adormecido tras una larga fiesta, del interior de su pelo recogido sacó un puñal con el que cortó el cuello del caudillo. Con la sangre derramada mojó un pañuelo blanco que mostró por la ventana. Esta era la señal que esperaban los cristianos para atacar el castillo. Tal fue el desconcierto de los musulmanes que, antes de ser apresados por los cristianos, decidieron precipitarse por los acantilados hasta el fondo del barranco, a lomos de sus caballos a los que habían vendado los ojos. Y se dice que todavía hoy, en algunas ocasiones se escuchan los gritos de estos guerreros.