En torno al río Vero existieron numerosos molinos y almazaras, ya que el cereal y el aceite eran básicos para la alimentación.
Al norte, la población y las cosechas eran reducidas, por lo que los molinos harineros no abundaban y sólo funcionaban cuando el caudal del río era suficiente como fue el caso de los molinos de Pedro Buil entre Paúles de Sarsa y Sarsa de Surta y el molino de Almazorre (que cuenta también con un tejar y una almazara) o el impresionante molino de Lecina emplazado en el arranque del cañón del Vero.
En los pueblos de los somontanos se dio una mayor concentración, especialmente en torno a Barbastro y Alquézar. La extensión de los campos dedicados a cereal y olivo era mucho mayor. Desde la Edad Media, existieron varios molinos harineros como el Fuendebaños en Alquézar y varios en la ciudad de Barbastro (entre los que sobrevivió el denominado Moliné, convertido en la Fábrica de Harinas La Verense).
Respecto a las almazaras de aceite, destacan el Torno de Buera, rehabilitado y acondicionado como Centro de Interpretación del Olivo y del Aceite del Somontano y el de Betorz, también rehabilitado. Otros se han mantenido en activo como los de Alquézar y Adahuesca.